
El arte de iluminar bien… ¡el arte!
Una de las limitaciones del arte es que cualquier cosa puede ser arte. Esta idea, controvertida per si misma y generadora de debates que van más allá de los expertos, refleja su otra esencia: ¡nadie le es indiferente! El arte nos invita innegablemente a desarrollar la masa crítica de la que depende nuestra libertad. Cuando es tangible a la vista, los creadores de luz entramos en uno de los dominios más delicados y particulares de la iluminación. La iluminación de los museos (ya sean bastiones del arte o del patrimonio) es muy diferente de la iluminación de entornos residenciales o comerciales. Además de los preceptos técnicos relacionados con la reproducción cromática y otros aspectos, que mencionaremos más adelante, los objetos de los museos tienen otras especificaciones, ya que pueden ser muy sensibles y deben tratarse con especial cuidado en lo que respecta a la iluminación.
Sin luz, todo es oscuridad.
En presencia de un objeto, la luz revela su forma, volumen, colores, detalles y texturas.
La iluminación es mucho más que crear ambientes luminosos: nos permite crear las condiciones para el desarrollo eficaz de la actividad visual, pero también nos permite modelar sensaciones y emociones. Además de aspectos básicos como el confort o la agudeza visual, la iluminación de un museo afecta directamente a la correcta percepción de los objetos, las sombras y los volúmenes, al dramatismo del espacio y, en definitiva, a la interpretación que el visitante extrae del objeto observado.
Las piezas de arte o patrimonio suelen estar realizadas con materiales frágiles y delicados. La incidencia de una luz menos adecuada sobre estos materiales acaba, la mayoría de las veces, en resultados desagradables si el diseñador no tiene control y conocimiento sobre los efectos negativos de esta luz sobre ellos.
Los objetos de arte se pueden dividir en tres categorías de sensibilidad a la luz, según su composición:
- Ligeramente sensible: metal, piedra, vidrio, cerámica, joyas y piezas esmaltadas;
- Moderadamente sensible: pinturas al óleo, cueros, tejidos con tintes estables, huesos, marfil, maderas finas y lacas.
- Extremadamente sensibles: pinturas (gouache, acuarela y similares), dibujos, manuscritos y grabados, sellos, papel en general, fibras naturales, algodón, seda, encajes, lana, tapices, cueros teñidos, pieles y piezas de historia natural (taxidermia, etc.).
Para cada una de estas categorías, existe un nivel máximo de luz e incidencia de rayos ultravioleta (UV) e infrarrojos (IR) que no se debe superar. También existe un tiempo máximo de exposición anual que estos materiales pueden soportar y que debe respetarse. La exposición a la luz se puede aumentar o disminuir en función del tiempo de visualización, es decir: cuanto menor sea el tiempo de visualización, mayor será la iluminancia del objeto.
Algunas fuentes de luz emiten un gran componente de rayos UV e IR, que son perjudiciales para cualquier material. No olvidemos, sin embargo, que a pesar de la gran preocupación por el uso de la iluminación artificial en los museos, el mayor daño lo causa la iluminación natural que entra al ambiente sin ningún control. La luz natural tiene un componente de radiación UV e IR muy superior al de las fuentes artificiales, y cuando no se controla su entrada, esto puede causar enormes problemas.
Las soluciones LED son la mejor fuente de luz para iluminar este tipo de objetos, tanto por su calidad en la reproducción del color como por la nula emisión de radiación UV por parte de esta fuente de luz, garantizando así que no existe riesgo de degradar las obras de arte más sensibles.
Otro factor importante a tener en cuenta son los reflejos que pueden producirse en la superficie de las piezas de arte. Estas reflexiones pueden ocurrir cuando el ángulo de incidencia de la luz no se ha calculado correctamente.
Para una buena iluminación de piezas de arte tridimensionales debemos considerar al menos tres fuentes de luz. Si colocamos un solo foco superior obtendremos una vista espectacular, con puntos de mucha luz y otros de oscuridad total. Si colocamos un punto detrás de la pieza, cuando la miremos de frente solo veremos la silueta de la pieza y perderemos toda la textura. Si colocamos un foco frontal perderemos la sensación de volumen de la pieza.
Otros factores muy importantes a tener en cuenta son: el índice de reproducción cromática de la fuente de luz (IRC) y su temperatura de color (TC). El IRC nos da una indicación de la fidelidad en la reproducción de los colores de los objetos iluminados. Cuanto más cerca esté el CRI de 100, más correctos y reales serán los colores del objeto iluminado. TC se refiere al tono de la luz, que puede variar desde blancos cálidos a blancos fríos, pero se da preferencia al uso de LED con TC entre 2700K y 4000K, correspondientes a las temperaturas de luz en las que fueron concebidas una parte importante de las obras de arte (sobre todo las más antiguas).
Para iluminar un objeto de museo es fundamental darse cuenta de que, al hacerlo, al revelar su esencia física, el diseñador puede estar –está de hecho- condicionando el modo en que esa información es interpretada por el observador y, por tanto, las emociones que en él se generan, porque estamos hablando de arte. Se necesita sensibilidad y conocimiento técnico para hacerlo, y Lightenjin cuenta con expertos en el área de diseño de iluminación y soluciones de iluminación LED que pueden marcar la diferencia que se necesita para realzar y brindar una buena iluminación a obras de arte, espacios de museos, galerías de arte, exposiciones permanentes o temporales.